Jesús María Casquete Badallo es profesor e investigador de la Universidad del País Vasco en el Departamento de Derecho Constitucional e Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos. Entre sus ensayos, el recién publicado El culto a los mártires nazis, de 2020.
¿De qué hablamos cuando hablamos de ultraderecha?
Hoy en día circulan multitud de términos para referirse al panorama ideológico extremista de derechas, lo cual genera confusión a la hora de definir la realidad que tenemos delante. Una manera de poner orden en ese panorama es la siguiente: la ultraderecha es el espectro “antisistema” hostil a la democracia liberal. Se divide a su vez en dos familias. Por un lado, está la extrema derecha, enemiga de lo que es esencial a la democracia, esto es, de la soberanía popular y el voto de la mayoría. El ejemplo más claro de extrema derecha es el fascismo histórico (y sus seguidores de hoy). Por otro lado, tenemos a la derecha radical, que acepta la esencia de la democracia, pero rechaza aspectos fundamentales de la democracia liberal, como son el respeto a los derechos de las minorías, el gobierno de la ley o la separación de poderes. Se podría decir que la derecha radical no cuestiona el poder del pueblo, el “principio democrático”, mientras que la extrema derecha sí lo hace y favorece soluciones “autoritarias”. Sin embargo, no siempre resulta sencillo distinguir entre ambas familias de la ultraderecha.
Hoy en día partidos de extrema derecha que se inspiran de una u otra manera en el legado del fascismo clásico son el Partido Nacionaldemocrático Alemán (NPD), Amanecer Dorado en Grecia o el Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik).
Los partidos de derecha radical, ¿son antidemocráticos?
Sobre el papel no, puesto que no cuestionan el principio de la mayoría, aunque algunas de sus propuestas puedan chocar con los valores constitutivos de la democracia (la dignidad humana, los derechos de la persona o la soberanía popular). En sus documentos programáticos Vox critica el funcionamiento de la democracia, pero formalmente no tiene nada en contra del gobierno de la mayoría. En el compromiso que presentó a las elecciones presidenciales de 2017 en Francia, Marine Le Pen prometía: “quiero que las decisiones sean tomadas lo más cerca posible de los ciudadanos y controladas por ellos”. Es lo que la dirigente francesa denomina una “democracia de proximidad”. Le Pen proponía además la celebración de referéndums de iniciativa popular y votar sobre temas relativos al Estado de Bienestar, la inmigración, el multiculturalismo o la Unión Europea. El Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) promete “el desarrollo de la democracia directa”. Un partido de la derecha radical en la República Checa se denomina Libertad y Democracia Directa.
Ultraderecha, derecha radical, extrema derecha: ¿se agota ahí la terminología?
No, y no se trata de una cuestión menor. En Alemania, por ejemplo, los partidos de la derecha radical son legales (ahí está el ejemplo de Alternativa por Alemania, AfD), pero los de extrema derecha, en la medida que se oponen al orden constitucional, pueden ser prohibidos. También se habla de partidos “nacionalpopulistas” para referirse a aquellos partidos que priorizan la cultura y los intereses de la nación, y prometen poner en primer plano a la “gente”, a ese “pueblo” que se siente ninguneado y engañado por élites corruptas y ajenas a sus realidades y problemas. Así, el programa presidencial de Marine Le Pen de 2017 llevaba el expresivo título de “En el nombre del pueblo”. Por último, y en particular desde quienes se adhieren a sus postulados, también se utiliza la etiqueta de “derecha identitaria”.
Los partidos de la derecha radical, ¿son fascistas?
El fascismo fue un movimiento del periodo de entreguerras que se hizo con el poder en países como Italia y Alemania. Tanto el Partido Fascista de Mussolini como el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Hitler despreciaban la democracia, e hicieron todo lo posible por dinamitarla (consiguiéndolo). Ambos organizaron unidades paramilitares encargadas de desatar la violencia en las calles contra sus “enemigos”, en particular contra socialistas y comunistas. La Guerra Mundial que desencadenó Alemania costó decenas de millones de muertes en el frente de batalla y en los campos de concentración y de exterminio. Los partidos de derecha radical hoy día en Europa no plantean desafíos de esa naturaleza. No cabe hacer analogías fáciles entre ambas realidades. Es preferible rehuir de la banalización de lo que ha representado el fascismo en la historia contemporánea efectuando comparaciones de este tipo.
Entonces, ¿el fascismo histórico no nos sirve para entender la derecha radical de hoy?
Tampoco es eso. Los partidos de la derecha radical de nuestros días no son propiamente fascistas, pero resulta difícil comprenderlos sin conocer la experiencia del fascismo en Europa. Hablar de analogías entre ambos no significa que sean homólogos. Hay un “aire de familia” entre ambos, con rasgos compartidos tales como: el ultranacionalismo; una comprensión del espacio político regido por la lógica amigo/enemigo; una cierta idea más o menos latente de división de los países, culturas e individuos en mejores y peores; la utilización de la mentira (lo que hoy denominamos fake news) con fines propagandísticos, o la subordinación del individuo a proyectos comunitarios (que en sus casos siempre es la patria). Pero también hay diferencias sustanciales entre la derecha radical y el fascismo, como las mencionadas de aprobación formal de la democracia de los primeros (aunque la critiquen y puedan bordear el ataque a su línea de flotación) y que no recurran a la violencia para alcanzar sus objetivos. En la medida que hay una línea de continuidad entre ambos, pero sin obviar censuras importantes, se habla de la derecha radical como “postfascista”.
¿Hablamos de una derecha radical o de varias derechas radicales?
El panorama de la derecha radical en Europa es heterogéneo, muy plural. El hecho de que utilicemos una misma rúbrica para clasificar a partidos como Alternativa por Alemania (AfD), Reagrupamiento Nacional (RN, refundación en 2018 del Frente Nacional) en Francia, la Liga en Italia, Vox en España, el Partido de la Libertad Austriaco (FPÖ), Fidesz en Hungría o Ley y Justicia en Polonia no significa que todos ellos defiendan los mismos postulados. El mundo de la ultraderecha, y también el de la derecha radical, se conjuga en plural. Por eso es mejor hablar de las “derechas radicales”.
Lo que une a esas derechas radicales…
Todos ellos, ya lo hemos dicho, recelan de la democracia liberal (hay hasta quien aboga por una “democracia iliberal”, quién sabe si à la Hitler y su “democracia germánica”). Y todos también colocan en el frontispicio de sus programas y de su práctica política a una patria vista como en grave riesgo de disolución. El ultranacionalismo y su aspiración a una nación lo más homogénea posible en términos étnicos son los ejes vertebradores indiscutibles de la ultraderecha, también de las derechas radicales. En este sentido, son nativistas: suscriben la ideología que postula que las naciones las integran miembros del grupo nativo, y que los ajenos a él suponen una amenaza a la homogeneidad de la nación. Así, Marine Le Pen habla de la “opción patriota”, la suya, enfrentada a la “opción mundialista”; unos serían los “arraigados”, los otros los “cosmopolitas”. A veces, como ocurre con la minoría gitana en Hungría, se excluye a ciudadanos nacionales, considerándolos como no-nativos. Pero siempre los inmigrantes, en particular aquellos ajenos a la tradición judeocristiana (es decir, los musulmanes), son vistos como la principal amenaza a la identidad nacional.
¿Y lo que les separa es…?
En la medida que comparten una visión crítica de la democracia y privilegian la patria sobre cualquier otro valor o principio, los partidos de la derecha radical forman parte de una misma familia. Ahora bien: se aprecian diferencias sustanciales entre ellos que dificultan la forja de algo así como una “internacional nacionalista” (salvado sea el oxímoron). Una no menor: hay países, como Austria e Italia, que mantienen contenciosos territoriales históricos que dificultan su entendimiento, en su caso con Tirol del Sur. Pero no podemos olvidar sus propuestas sobre economía, ni tampoco sobre moral.
¿Qué dicen las derechas radicales sobre inmigración?
El discurso anti-inmigración forma parte del núcleo duro de los programas de las derechas radicales. Estos partidos contemplan a los inmigrantes como problema desde cuatro perspectivas diferentes:
1) como amenaza a una identidad nacional lo más homogénea posible;
2) como fuente de criminalidad e inseguridad en las calles;
3) como causa de desempleo (el Frente Nacional francés hizo campaña en 1978 diciendo que “Un millón de parados son un millón de inmigrantes de más”, y
4) como aprovechados de los Estados del Bienestar, lo cual repercute en menos subsidios y ayudas a los “nativos”.
En lo referente a los puntos 3) y, 4) los partidos de la derecha radical han propuesto la idea de la “preferencia nacional” (según el ejemplo del FN de “Los franceses primero”), esto es, conceder prioridad a los “nativos” en cuestiones de trabajo, vivienda, asistencia sanitaria, etc.
Hablando de moral: en su comunicación con la opinión pública, ¿mienten los partidos de derecha radical?
Los partidos de derecha radical tienden a apelar a las emociones más que a la razón. Se trata de un recurso clásico del “arte” de la propaganda, que no tiene como fin alcanzar la “verdad”, sino más bien persuadir de la “verdad” propia. Los partidos de derecha radical son diáfanos en sus propuestas relativas a inmigración, identidad nacional o tradición, por mencionar algunos de sus temas característicos, pero su retórica apela a la fibra emocional de la población y agita miedos al inmigrante, a la “ideología de género” o, en el caso de Vox, al separatismo como amenaza a la unidad de España. La mentira es para ellos un recurso inestimable para encender y alimentar esos miedos en temas como la delincuencia, las violaciones a mujeres o el “pin parental” y la “autorización expresa” para que los y las jóvenes reciban educación sexual. Las redes sociales son un canal privilegiado para la difusión de sus mensajes propagandistas.
¿Qué formulas se han aplicado en el ámbito político frente a los partidos de la derecha radical?
Se pueden distinguir tres estrategias diferentes para confrontar a los partidos de derecha radical. 1) La demarcación, que consiste en que el resto de partidos políticos que suscriben el orden democrático liberal (comunistas, conservadores, liberales, verdes y socialdemócratas) les excluyen de sus interacciones mediante la aplicación de “cordones sanitarios”. 2) La cooptación, que conlleva que el resto de partidos no negocian con partidos de la derecha radical, pero sí que pueden asumir algunas ideas suyas, sobre todo en temas de inmigración y de multiculturalismo. 3) La incorporación, que implica el reconocimiento y normalización de dichos partidos, como ocurrió en Italia en 1994 (la primera ocasión en Europa desde el final de la II Guerra Mundial) cuando Silvio Berlusconi firmó una coalición de gobierno con Alianza Nacional, un partido de impronta fascista.
¿Cordones sanitarios frente a las derechas radicales?
El establecimiento de una línea de demarcación en forma de cordones sanitarios ha sido una de las respuestas frente al auge de la ultraderecha en Europa. En la práctica se traduce en excluir a los partidos de la derecha radical de las interacciones políticas. Pioneros en esta medida fueron los partidos flamencos en Bélgica, que en 1989 acordaron formalmente no llegar a acuerdos con el Bloque Flamenco (luego rebautizado como Interés Flamenco, en ambos casos VB), un partido secesionista y anti-inmigración. El cordón sanitario se ha mantenido inalterable desde 1992. En Francia se ha activado un “frente republicano” cada vez que las candidaturas del FN/RN han pasado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, con el fin de concentrar el voto en la candidatura alternativa. En Alemania, hasta la fecha, ha funcionado el cordón sanitario frente a la AfD. También se ha aplicado en Holanda (excepto en 2010-12) al Partido por la Libertad (PVV) liderado por Geert Wilders, y en Suecia frente a los Demócratas Suecos (SD). Por diferentes razones, en todos estos países los cordones (no oficiales) muestran fisuras, en particular entre políticos locales y regionales. En España el PP y Ciudadanos, los aliados potenciales de Vox, han aceptado negociar con el partido ultraderechista para conseguir su apoyo parlamentario. Aunque Vox no participa directamente en ningún gobierno autonómico, sí que condiciona desde fuera la agenda de gobierno.
USTEAK USTEL Este texto es un extracto del capítulo XIV. de la publicación USTEAK USTEL. El texto completo está disponible aquí