Xabier Aierdi Urraza es Doctor por la Universidad del País Vasco en Sociología, especializado en migraciones y etnicidad.
Fundó el Laboratorio de Investigación en Inmigración BEGIRUNE.
¿Es la inmigración un fenómeno pasajero?
Parece que no, y así lo ratifican todos los grandes expertos en migraciones. Desde luego no en Euskadi, salvo que haya un cataclismo económico como el que puede derivar de fenómenos inesperados como el del coronavirus. En términos razonablemente lógicos, la inmigración que se dirigirá hacia Europa irá en aumento y se caracterizará en primer lugar y básicamente por el hecho de que se trata de una inmigración elegida según nuestras necesidades. En segundo lugar, no podemos soslayar el hecho de que según todas las previsiones de la División de Población de las Naciones Unidas la población africana se cuadriplicará para finales de siglo, hasta los 4.300 millones de personas. Actualmente son 1.247 millones. Ahora bien, según el conocimiento demográfico se espera que hacia finales de siglo comenzará a reducirse la población a nivel mundial.
¿Elegimos verdaderamente nosotros la inmigración? ¿Efecto llamada o efecto necesidad?
Por supuesto. Esto es como en el fútbol. Salvo el Athletic, el resto de equipos buscan y encuentran lo que necesitan allá donde pueda estar y en función de su capacidad económica. No se puede negar que habrá algo de efecto llamada, pero siempre como consecuencia del efecto necesidad: según qué necesites haces una llamada concreta. Como funcionan Glovo o Uber, más o menos. En Euskadi reclamamos mujeres latinoamericanas para que cubran las necesidades familiares y de cuidado y hombres latinoamericanos para el sector servicios.
También buscamos personas centroeuropeas para sectores industriales, como en el Goierri de Gipuzkoa. La población china se autorregula. De la africana: 1) la norteafricana llega porque está cerca y porque nos unen muchos intereses y compromisos; y 2) de la subsahariana nos llegan los valientes que ya tienen redes aquí.
¿Pero se recibe más de lo que se elige?
No mucho más. Normalmente se hace parra, es decir se consigue un equilibrio notable entre la inmigración deseada y la finalmente asentada. Como mucho, alrededor de un 10% de la población que se asienta no es reclamada y llega más por sus propias necesidades que por las nuestras. En el resto de los casos reciben las señales que nosotros enviamos y los candidatos comienzan a preparar el viaje. Siempre es un familiar previamente asentando el que va llamando a los siguientes. Siempre ha sido así. Aquí podríamos hablar del modelo Pulgarcito. Los flujos una vez iniciados discurren por las migas de pan que han dejado los anteriores. La migración es un fenómeno complicado para la persona que se mueve, pero de funcionamiento sencillo. Se basa en una llamada. Antes era por carta, luego por teléfono y hoy por hoy por Skype, WhatsApp o equivalente. Se reclama desde aquí y llegan. Se para la convocatoria y el flujo se detiene. Los que ya están asentados aquí funcionan como agentes de tráfico que tienen a mano un semáforo. En épocas de economía animada dan luz verde y en época de economía gripada la roja. La luz ámbar es más indescifrable.
¿Va a ser esto siempre así?
Sí. Lo fue en el pasado, lo es en el presente y lo será en el pasado. A pesar de este funcionamiento tan simple, tenemos una visión hidráulica de la inmigración. Nos gustaría que hubiera dos depósitos perfectamente conectados, el de las necesidades autóctonas y el de las personas potencialmente migrantes, de forma que cada día a cada hora y a cada segundo, instantáneamente, hubiera únicamente el número de inmigrantes que se precisa en ese mismísimo momento, en perfecto ajuste.
¿Es decir, como un acordeón que infla o desinfla el fuelle?
El equilibrio buscado iría admitiendo o rechazando inmigrantes. Esto de otra forma solía suceder cada mañana en las plazas de pueblo andaluzas y extremeñas, en las que se reclutaban trabajadores en función de las necesidades laborales de cada día. Nos gustaría que como un acordeón aparecieran o desaparecieran personas en función de estas peticiones. Bueno, frente a cualquier percepción de migración caótica, eso es lo que sucede en la práctica profunda, de forma que gran parte de los movimientos migratorios los regulan los mismos migrantes. Son ellos los que aceleran o los que desaceleran los movimientos migratorios, los que llaman cuando se precisa inmigración y los que anuncian a sus familiares, amigos, vecinos, que no merece la pena venir en momento recesivo. Hay mucho movimiento migratorio regulado. Avalanchas hay pocas. Menciones a la avalancha, demasiadas. Todo lo que no entendemos, lo enfocamos desde la exageración. Sin embargo, frente a las ideas de avalanchas o invasiones, las migraciones funcionan en gran medida por riego de goteo o de micro aspersión, no de inundación.
¿Y cómo va lo del goteo?
Alguien instalado llama a un familiar, éste a otro, luego a un amigo, o a un vecino, o a un conocido, y poco a poco el goteo se hace cauce y riachuelo. Si el río es caudaloso, hay autoridades que hacen represas para detener el flujo. Si la necesidad persiste, el agua desborda la presa y sigue su curso. Esto explica cómo en muchos pueblos y barrios de Euskadi se concentran personas de los mismos pueblos emigrantes antes de España, ahora del extranjero. Las colonias vascas en el extranjero se han formado con el mismo mecanismo. Y eso sí, una vez que las personas se trasladan, residen donde se asientan, y tienden a quedarse. Y los abuelos migrantes terminan siendo de donde son sus nietos. Es una ley de hierro de la integración. Luego no hay depósito o fuelle controlado que funcione por encima del flujo necesario existente. Aceptar el hecho estructural de la migración es la mejor manera de acertar en su gestión. Ahora bien, también es cierto que, como dice Arango, para poder migrar hay que poder hacerlo. De hecho, si vemos el volumen de población mundial y tenemos en cuenta el hecho de que solo 300 millones de personas residen en un país diferente al de su nacimiento, podemos hablar, frente a las exageraciones, de un planeta inmóvil.
¿Pero no es una contradicción que haya personas irregulares?
Sí, claro. Debemos preguntarnos, ¿por qué todos los países terminan haciendo procesos de regularización en algunos casos muy voluminosos? Porque terminan reconociendo expresa y públicamente lo que ya hacen en privado: que las personas que se han asentado son necesarias. Primero, nos ponemos gallitos y decimos que no va a entrar nadie. En segundo lugar, nos hacemos los ciegos para hacer la vista gorda. En tercer lugar, se termina regularizando lo que ya se había aceptado tácitamente. Podríamos seguir preguntándonos: ¿aprendemos esta lección?
¿Se aprende o no?
No, qué va, volvemos al principio, como en el juego de la oca. Aquí también suele influir mucho la opinión pública. Según el gran conocedor de los fenómenos migratorios Sami Naïr hay siempre una sokatira no declarada en las sociedades que reciben inmigrantes, entre los que saben que se precisa inmigración –políticos, consultorías, gabinetes de estudios públicos y privados, expertos- y la sociedad, que la rechaza. Angela Merkel perdió una tercera parte de “sus votantes naturales” por decir que volvería a hacer lo mismo que en 2015 con la población que huía de Siria. A esto se le llama el principio del “Needed, but not welcome” o “Necesarios, pero no bienvenidos”.
“Es que con tanta diversidad cultural y tantas diferencias… al final vamos a tener una sociedad muy fragmentada”
La cohesión de una sociedad no depende de que sus miembros sean culturalmente parecidos o iguales. La cohesión social tiene que ver con la mayor o menor democracia, la igualdad socioeconómica y la participación política. De hecho, si echamos la vista atrás son los modelos que han buscado la similitud cultural de la población los que han generado tensiones y fracturas. En el medio y largo plazo, las sociedades más diversas son las más prósperas. La diversidad fracasa cuando hay desigualdad económica y social. Y cuando a estas desigualdades se les superpone la de origen, estamos ante una sociedad más vulnerable.
¿Con qué actitud debemos enfrentar la inmigración?
Con normalidad y tranquilidad. Me parece adecuado el título que el grupo musical Siniestro Total puso a uno de sus discos: “Ante todo mucha calma!”, porque la realidad migratoria y la diversidad subsecuente son fenómenos que se van a instalar en Euskadi como hechos de una sociedad renovada que tendrá que acoger y gestionar las nuevas condiciones de una realidad de vecindad diversa. Como se decía en el primer punto del Pacto Social para la Inmigración:
“No es fácil hacer previsiones de futuro. Sin embargo, una cosa es segura: que la Euskadi de mañana va a ser una sociedad más diversa de lo que ya lo es en la actualidad. Esta diversidad no es consecuencia de la inmigración extranjera. La diversidad es una característica constitutiva de todas las sociedades modernas: diversidad de condiciones y estilos de vida, de identidades nacionales, pluralidad cultural y cosmovisional, etc.
También Euskadi ha sido siempre un país plural, en el que han convivido a lo largo de la historia religiones, lenguas y culturas diferentes. La diversidad es parte esencial de nuestra historia y de nuestra identidad colectiva. La inmigración extranjera ha tenido el efecto de incrementar y complejizar la diversidad ya existente en la sociedad vasca. Por ello las nuevas diversidades no deben suponer una sorpresa para la ciudadanía vasca. Al contrario, la experiencia histórica del pueblo vasco debería facilitarnos una mejor y más adecuada respuesta a la convivencia, construida a partir de un grado de diversidad que siempre nos caracterizó”.
Que así sea.
USTEAK USTEL Este texto es un extracto del capítulo I de la publicación USTEAK USTEL. El texto completo está disponible aquí